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Cuando a mediados del 2020 estuvo al borde de la muerte, infectado con Covid-19 y con mucha dificultad para respirar, a José Díaz le pasó la vida como si fuera una película en cámara lenta en su mente.

En aquellos terribles días, José revivió muchos recuerdos. Aquel último abrazo de despedida con Don Rafael Álvarez Ávila, su abuelo materno, el hombre que le enseñó todo, apareció muchas veces en su mente.

El impacto de esos recuerdos fue removedor. Le ayudó a levantar el ánimo, a mejorar poco a poco y a retomar las ganas por continuar el sueño que él hizo realidad en 2014: trabajar en su propia empresa distribuidora de alimentos veracruzanos en Chicago.

Jowa es hoy una pequeña empresa familiar que, con éxito, está logrando sobrevivir a la crisis económica que trajo el Coronavirus. José aprendió hace mucho que el tren de las oportunidades no pasa dos veces, y este maldito virus volvió a recordárselo. Ahí sigue, al firme, dispuesto a todo para cumplir su sueño: llevar cada vez más manjares de la comida veracruzana a cada vez más hogares hispanos en Chicago.

La Cámara de Comercio Hispana de Illinois (IHCC) ha iniciado desde hace un año un proyecto de comunicación digital para contar, en nuestro blog, historias de valientes emprendedores que, como José, arriesgan todo en busca del sueño del negocio propio. Por eso hoy contamos aquí su historia.

Juventud de aprendizajes y despedida de México

Cuando José nació el 3 de agosto de 1971 en el Puerto de Veracruz (“sólo Veracruz es bello, bromean los ‘jarochos’”). Fue el menor de tres hermanos y nació un poco antes de que sus padres se separaran.

En aquella época de tantos prejuicios a su mamá no le quedó otra alternativa que regresar a vivir con sus padres. Tiempo después, desesperada por la situación económica, encargó a sus tres hijos a Don Rafael Álvarez y a Doña Ofelia y salió en busca de una vida mejor en Estados Unidos. José no la vio nunca más.

Don Rafael, abuelo de José, era empleado de la compañía de luz, la CFE, pero complementaba sus ingresos como lanchero y encargado de yates de una familia rica de Veracruz, a quienes también cocinaba en ciertas ocasiones especiales. Su fama en la cocina hizo que también le contrataran en el área de banquetes del Club de Yates de Veracruz. Don Rafael se llevaba siempre a José al trabajo y fue allí donde, de adolescente, aprendió todo sobre cortar pescado y carne, a prepararlos, además de algunos secretos de la auténtica cocina veracruzana.

Al terminar la secundaria José ingresó al Servicio Militar, pero se dio cuenta al cabo de unos años que eso no era lo que él quería para su vida. En 1988 salió rumbo a Chicago, la ciudad de la que tenía referencias por algunas cartas de su madre y donde había una tía que, en ese momento, le ofrecía posada.

No olvida jamás más aquel abrazo de despedida con su abuelo. Ambos sabían que, tal vez, nunca más se volverían a ver. Eso ocurrió. En 2004 falleció Don José sin que pudieran reencontrarse, pero sus enseñanzas de vida y su sazón siguen presentes en cada paso que da José en su emprendimiento.

Aunque no hablaba inglés ni tenía papeles, el saber cortar pescado le permitió tener una oportunidad en una cadena de supermercados de Illinois. Luego se abrió una oportunidad en el área de carnicería en la misma cadena y, otra vez, las enseñanzas de su abuelo le sirvieron para que le dieran un puesto mejor pago. Fueron muchos años trabajando allí, con ascensos, beneficios y ciertas comodidades que le ayudaron a criar a sus hijos y a mantener con dignidad a su familia, hasta que en 2014 la cadena cerró y lo obligó a replantear su vida.

No encontraba un trabajo como el que tenía. Todo lo que le ofrecían era de menor paga y sin beneficios. Obviamente que, por necesidad, tomaba lo que había, pero no estaba conforme, estaba convencido de que no podía “dar un paso hacia abajo”. Aún sin saber nada de negocios, empezaba a comprender que tal vez era la hora de empezar a emprender.

Los primeros pasos del negocio propio

Un día José se animó. Aprovechando las horas entre trabajo y trabajo, empezó a hacer tamales en hoja de plátano, al estilo veracruzano. No olvida más aquel día en la cocina: con 30 dólares en mercadería preparó más de 200 tamales, que vendió rápido entre familiares y amigos. Esa ganancia lo hizo pensar.

Sólo necesitaba una oportunidad. Golpeaba puertas y nadie le ayudaba hasta que insistió muchas veces para lograr una cita con el dueño de la tamalera Supreme.

El empresario probó los tamales, lo llamó a los días y le dijo: te voy a ayudar, pero con una condición: “tú tienes que entrenar a mi gente para ayudarte, porque ellos no saben manipular la hoja de plátano”.

La hoja de plátano, a diferencia de la de maíz, es muy delicada. Se corta o se quema fácilmente sino se manipula bien.

También el empresario le dijo que sí lo ayudaba con la producción y hasta le dio un espacio dentro de su empacadora para que José trabajara, pero le advirtió que la venta y distribución de sus productos correrían por su cuenta. José, que jamás había tenido un negocio propio, no se acobardó. Y la fuerza del sueño que impulsa a todos los migrantes comenzó a apostarle a su negocio, que ahí va, creciendo poco a poquito.

Jowa ha ido creciendo al ritmo de la capacidad y sueños de José y su familia. De los tamales con hoja de plátano pasaron a hacer frijoles refritos con un aceite de oliva, al estilo veracruzano que los hace menos grasosos y que respeta la receta original de su abuelo.

En 2020 comenzó a hacer longaniza, un producto que a los compradores de tiendas y supermercados les agrada mucho.

Pero llegó la pandemia y, como a miles de personas en Illinois, el virus golpeó directamente a José, que llegó a estar varios días internado y en condiciones críticas. Las ventas se cayeron un poco.

Después del Covid… a levantar el negocio

Aquellas semanas de recuperación tras la dura enfermedad le hicieron pensar mucho y reafirmaron su interés en seguir emprendiendo, buscando nuevas oportunidades de negocio.

Ahora, con el respaldo y apoyo de su familia, también inició un negocio de venta de volovanes, probablemente el más famoso de los desayunos veracruzanos. Son tan deliciosos como económicos. Muchos de sus rellenos están hechos en base a recetas de Don Rafael, que sigue ahí siempre presente.

Los tamales resultaron ser un producto estacional (más en invierno), pero la longaniza y los frijoles se venden bien todo el año. Su próximo plan es empezar a hacer chorizos.

La venta en tiendas y supermercados se mantuvo, pero el negocio con los restaurantes cayó mucho durante la pandemia. Por eso la oportunidad con los volovanes, que ya vende en algunos pequeños restaurantes de amigos, aparece como una nueva oportunidad de que el negocio pueda seguir creciendo.

Además de producir, vender y distribuir sus propios productos, José se mantiene trabajando y ayudando al dueño de Supreme Tamales.

Junto a su familia viaja a ferias de comida que se organizan en la región, a la que asisten compradores de todas partes.

Todo ese esfuerzo se ve ahora multiplicado por el impulso que tuvo el negocio tras la recuperación del Covid que tuvo José.

El sueño sigue más vivo que nunca.

Si te gustó esta historia de superación y quieres ayudar a José Díaz, puedes hacerlo comprando sus productos. Llama al 224 565 2474 o escríbele a: sales@jowatamales.com

También puedes encontrar los reconocidos productos Jowa en las siguientes tiendas y supermercados de prestigio en Chicago:

  • Carnicería Jiménez
  • Valli Produce
  • Cerma Market
  • Happy Food
  • Eurofresh Market
  • Edgar Catering
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