Durante los últimos años la Cámara de Comercio Hispana de Illinois (IHCC) ha venido observando como las tensiones entre los restaurantes y los servicios de delivery hirvieron a fuego lento. Ahora, con esta crisis provocada por el Covid-19, la situación parece más a una olla a presión a punto de estallar.
En su última carta al Gobernador de Illinois y a la Alcaldesa de Chicago, la Illinois Restaurant Association (IRA) volvió a solicitar este 20 de abril que haya mayores regulaciones a las cuota de comisiones de los servicios de entrega.
Basada en una investigación profunda del mercado, que incluye el diálogo con decenas de emprendedores hispanos dueños de pequeños restaurantes en Illinois, la IHCC respalda este pedido.
A pesar los reclamos de clientes y empresarios, aún hoy estas empresas siguen cobrando a los restaurantes tarifas exorbitantes de más del 30% por pedido.
Durante estos tiempos tan difíciles, es casi imposible para los pequeños negocios poder ofrecer entregas y competir contra las grandes cadenas de comida.
Todos quieren comer más
El rápido crecimiento de DoorDash, Postmates, Uber Eats y Grubhub, nacida aquí en Chicago, tiene frustrada a una de las industrias que más ha sufrido con la crisis.
Hay muchos costos ocultos asociados a las entregas que destruyen los escasos márgenes de ganancia que tienen casi todos los pequeños restaurantes en nuestras comunidades.
Como en la conquista del Oeste Salvaje, hay una guerra entre estos servicios, respaldados por capital de riesgo.
Al principio, estas apps se asociaron estrechamente con los restaurantes, fomentando acuerdos beneficiosos que aseguraron una supervisión estrecha y la precisión de los pedidos. Hoy están bajo enorme presión para crecer lo más rápido posible, sin importar que están afectando a la misma industria que les da de comer.
UberEats, Doordash, Grubhub o Postmates disputan un negocio de 38 billones de dólares al año. El potencial del crecimiento es tanto que, según Forbes, en 2025 crecerá a los 100 billones de dólares.
Lo más dramático es ver que esa actitud agresiva de los servicios de entrega se ha vuelto más atroz a medida que la pandemia de COVID-19 ha trastornado a toda la industria, dejando a millones de empleados de restaurantes sin trabajo y a chefs y a propietarios luchando desesperadamente por encontrar alguna manera de salvar sus negocios.
Ganar en tiempos de crisis
Lo peor es que mientras los restaurantes ruegan a esas apps que reduzcan sus comisiones, las empresa se niegan y al mismo tiempo lanzan campañas de relaciones públicas engañosas, posicionándose como amigos y “salvadores” de los restaurantes.
Grubhub convocó en marzo a una conferencia de prensa con la Alcaldesa de Chicago e hizo ruido en marzo al anunciar que difería los pagos de comisiones por hasta $100 millones. Pero diferir solo significa recolectar el dinero en una fecha posterior, no una reducción en las comisiones. No regalaron nada, sólo dieron crédito que se van a cobrar después.
Ubereats redujo su tarifa de entrega para los clientes. Pero para eso obligan a los restaurantes a pagar parte de esa promoción. Y si eso no fuera suficiente, también toman su comisión en función del costo total del pedido antes del descuento aplicado por la entrega.
Las aplicaciones hacen todo esto, mientras además pagan poco a sus repartidores. Esto ya era un problema previo a la pandemia: el salario promedio de un repartidor es de 70 dólares por día. Ahora, además de tener trabajos más peligrosos, no recibieron aumentos ni seguro médico.
Podría ser más fácil simpatizar con estas apps si al menos ellos también estuvieran perdiendo dinero. Pero no es así. ¡Están aumentando sus ganancias en plena crisis!
A medida que las personas se quedan en casa, el delivery se ha vuelto más popular que nunca. UberEats informó que han aumentado sus ganancias un 40 por ciento desde mediados de marzo.
Es hora de poner fin a esta injusticia. Alguien tiene que intervenir rápido.